«Las guías dietéticas han sido manipuladas para beneficiar las ventas de productos agrícolas”
– Luise Light –
HISTORIA DE LA MALNUTRICIÓN EN MASA
Los plaguicidas sintéticos surgen entre 1930 y 1940 como resultado de investigaciones enfocadas al desarrollo de armas químicas que originalmente fueron probadas en insectos. Acabada la guerra, el excedente se empezó a comercializar en los EE.UU. en 1945 para fines agrícolas. La industrialización, los intereses económicos de los productores de plaguicidas y la necesidad de controlar químicamente las plagas, favoreció su fabricación y consumo a escala mundial.
La Revolución verde es la denominación usada para describir el importante incremento de la productividad agrícola y de alimentos entre 1960 y 1980 en Estados Unidos y extendida después por numerosos países.
Consistió en la adopción de una serie de prácticas y tecnologías, entre las que se incluyen la siembra de variedades de cereal (trigo, maíz y arroz, principalmente) más resistentes a los climas extremos y a las plagas, nuevos métodos de cultivo, así como el uso de fertilizantes, plaguicidas y riego por irrigación, que posibilitaron alcanzar altos rendimientos productivos.
La revolución verde obtuvo un gran éxito en el aumento de la producción, pero no se dio suficiente relevancia a la calidad nutricional, lo que resultó en la expansión de variedades de cereales con proteínas de baja calidad y alto contenido en hidratos de carbono. Estos cultivos de cereales de alto rendimiento, ampliamente extendidos y predominantes en la actualidad en todo el mundo, presentan deficiencias en aminoácidos esenciales y un contenido desequilibrado de ácidos grasos esenciales, vitaminas, minerales y otros factores de calidad nutricional.
Si bien la expansión de estos cereales altos en calorías consiguió evitar la inanición de gran parte del mundo durante varias décadas, el empobrecimiento nutricional que han sufrido como consecuencia las dietas basadas en ellos ha agravado el problema de la desnutrición y la creciente incidencia de ciertas enfermedades crónicas en personas aparentemente bien alimentadas (las denominadas ‘enfermedades de la civilización’).
Gráfica comparando los porcentajes de obesidad del total de población en países miembros de la OCDE (Org. Desarrollo Económico)
No solo las dietas humanas se han resentido de forma directa a través del consumo de estos cereales, sino también por el empobrecimiento de la calidad de los productos de origen animal (derivados de animales alimentados con estos cereales).
Al paso de los años se han hecho evidentes los efectos indeseables de los plaguicidas sobre la salud del ser humano y sobre el medio ambiente. De hecho Monsanto ha recibido miles de denuncias de personas con cáncer terminal por haber estado expuestas al glifosato, el principal pesticida que usan los agricultores.
LA FALACIA DE LA PIRÁMIDE NUTRICIONAL
En la década de 1970 la administración sueca creó una serie de recomendaciones para la alimentación de la población en forma de pirámide, pero basadas en el poder adquisitivo de las personas más que en su calidad nutricional. Esto fue debido a las protestas ocasionadas por la subida de los precios de los alimentos. Así, en la base de esta pirámide se encontraban la leche, la margarina, los cereales, el pan y las patatas: alimentos baratos a los que todo el mundo tenía acceso y en la cúspide se encontraban los productos más caros, como la carne, el pescado y los huevos.
En USA, las primeras guías de alimentos se remontan a 1916. En 1956 se consideraban como alimentos “básicos” la carne, lácteos, granos enteros, frutas y verduras. Tenía sentido en cuanto a salud se refiere pero posteriormente en los años 70′ el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) encargó el diseño de una pirámide alimentaria a Luise Light, su directora de nutrición.
Light revisó la evidencia científica disponible y elaboró una pirámide cuya base eran verduras y hortalizas, incluyendo otras tantas raciones de frutos secos, huevos, pescado, legumbres y carne. Aconsejaba el consumo de granos enteros y lácteos con moderación, que el azúcar no fuese más del 10% del consumo de calorías diarias y que la grasa no superase el 30%, un tipo de macronutriente donde debía ser protagonista el aceite de oliva.
Basó su pirámide para reducir el riesgo cardiovascular y multitud de enfermedades, incluyendo el cáncer. Pero el Gobierno de los Estados Unidos, de la mano de la USDA, no estuvo de acuerdo con la propuesta porque no se ajustaba al plan y los intereses económicos, así que la modificaron.
Los 2 o 3 servicios de cereales integrales fueron subidos a una recomendación de 6-11, eliminando adicionalmente la mención de que debían ser cereales integrales y las grasas pasaron a ser algo a evitar. Con la nueva pirámide, la base de toda alimentación saludable pasa a ser la harina refinada! Todo con el aval de «la ciencia». Los alimentos proteicos bajaron a 2-3 servicios, mientras que los lácteos pasaron a 3-4. Light advirtió que estas modificaciones conllevarían un aumento de enfermedades graves en la población.
Según sus propias palabras, nadie necesitaba comer tanto pan blanco, cereales de desayuno o pasta, y estos alimentos vacíos desplazarían otros alimentos más nutritivos de la dieta.
Así fue como los anaqueles de los supermercados se empezaron a llenar de alimentos basura pero más baratos.
La industria alimentaria estampaba una foto de la pirámide en cada producto de bollería y en cada bolsa de patatas fritas. Las asociaciones de pediatras estampaban sellos y avales en productos procesados infantiles a cambio de dinero de la industria.
Las universidades impartían la pirámide en la facultad de medicina y nutrición sin siquiera cuestionarlo. La medicina asistía a un incremento exponencial de prescripciones de nuevos productos farmacológicos destinados al «control glucémico», de consumo vitalicio y alto coste.
¿Y cuál fue la consecuencia?
Las décadas de la pirámide nutricional coinciden con cifras exponenciales de diabetes, obesidad y problemas cardiovasculares, las cuales se doblaban y triplicaban en todo el mundo (en paralelo a las ventas de insulina, fármacos para el colesterol y para el corazón).
Como vemos, la revolución verde con el uso indiscriminado de agrotóxicos, la disminución nutricional de los suelos, el consumo de animales alimentados con cereales unido a la engañosa pirámide alimentaria basada en cereales refinados han causado el aumento exponencial de las llamadas ‘enfermedades de la civilización’. Hoy en día hay cientos de estudios que demuestran que este tipo de dieta eleva los niveles de glucosa en sangre, crea desajustes hormonales y disbiosis intestinal, que son los detonantes principales de la mayor parte de ellas.
Aún las personas se siguen preguntando por qué si cortan grasa y comen más verduras continuan engordando y enfermándose.
Los siguientes gráficos son datos de una investigación de la sanidad en España a lo largo del siglo XX. Aquí se puede notar la correlación del comienzo del uso de los pesticidas y de las políticas de la pirámide nutricional con el índice de mortalidad de algunas de las estas enfermedades:
Podemos observar una tendencia de aumento exponencial a partir de mediados del siglo, coincidiendo con los inicios de la industrialización de la alimentación y más notorio aún luego de la popularización de la pirámide alimenticia. Por supuesto hay que tomar en cuenta otros factores como el ritmo de vida cada vez más acelerado que elevan los niveles de estrés y problemas emocionales.
Los estudios más recientes han demostrado que los hidratos de carbono simples (cereales refinados, azucar) son una de las principales causas de las enfermedades crónicas y que la grasa, que fue satanizada por tanto tiempo, es indispensable para nuestra salud.
Esto se correlaciona también con el incremento de las enfermedades del útero, problemas de infertilidad y cancer de seno. Pero la ‘ciencia’ que sigue siendo financiada por las grandes empresas que comercializan productos refinados, las farmacéuticas y la industria de la medicina.
Continúan haciendo miles de estudios para ‘buscar’ la causa y el ‘remedio’ para ciertas enfermedades pero en realidad no conviene encontrarlo. Es más rentable decir que afecciones como la endometriosis o el mismo dolor menstrual solo se puede controlar con cirugía o métodos anticonceptivos hormonales. Mientras se sigue ‘investigando’ se siguen lucrando.
Hay ya miles de estudios y testimonios de mujeres que logran revertir estas afecciones con la dieta apropiada y cambio de hábitos. A veces con tan solo dejar las harinas recuperan su salud.
Las llamadas zonas azules del planeta, donde la gente es más longeva, tienen costumbres diferentes de alimentación, algunas más vegetarianas otras más carnívoras, pero si hay algo en común es que el consumo de estos cereales refinados es muy reducido o inexistente.
En el 2011 la universidad de Harvard publicó el famoso “myplate” para empezar a dejar a un lado estas pirámides. Este enfoque, aunque también puede ser debatible, tiene mucho más sentido dados los datos de los estudios más recientes sobre microbiota y la repercusión de los picos de glucosa en sangre. Sin embargo, la mayoría de las instituciones sanitarias de los gobiernos siguen utilizando pirámides similares a la última versión creada por USA en 1992.
El conocimiento es poder y esta publicación es para hacer un llamado a la reflexión sobre las decisiones que tomamos entorno a nuestra alimentación y por lo tanto sobre nuestra salud.
Quizás esos familiares que pasaron por enfermedades degenerativas (como fue el caso de mi abuelita materna 😞) hubiesen tenido un final diferente, aunque tengo la convicción de que todo pasa por una razón en el orden perfecto del universo. No podemos cambiar el pasado pero sí nuestro futuro.
Es por eso que puedes comenzar a tomar acción con el ‘ABC de la Nutrición Cíclica’, donde aprenderás los principios de la alimentación antiinflamatoria, los nutrientes que necesitas para mantener el equilibrio hormonal así como promover tu salud menstrual y uterina….(Y a librarte de la adicción al azúcar!!!)
El amor propio empieza en la alimentación,